“Mamá, quiero ser
futbolista”, ¿cuantas veces se oye esto en las familias de todo el
mundo?. Y claro, orgullosos y esperando que su retoño sea el nuevo
Bobby Charlton o la nueva Marta (para no herir sensibilidades de
ningún seguidor de equipos españoles) lo inscriben en un equipo.
“El fútbol le enseñará compañerismo, a respetar a los demás y
a levantarse cuando se caiga” dice uno de los cónyuges si el otro
discrepa de la idea de apuntarle a darle 'pataditas al balón'. Cosa
que realmente, entre otras cosas, se aprende en cualquier otro
deporte.
Entre semana entrena y
los sábados juega, allí el niño o la niña podrá aprender que no
siempre se puede vencer, aprenderá el valor de la derrota y del
esfuerzo, a saber perder y a saber ganar, incluso si ha jugado en
categorías mixtas a no discriminar por razón de sexo... infinidad
de cosas.
Y los domingos sus
progenitores le llevan a ver a “los grandes”. No le llevan a ver
el partido que arbitra el hermano porque igual un tío -tal vez un
jugador que también es policía nacional que le saca diez años- le
apaliza y no es algo que quieran que vea.
Entran al estadio y la
criatura, emocionada, mira hacia todos los lados. Está a rebosar,
pues es el día de la ciudad, ambos equipos se enfrentar en un bonito
y apasionante duelo. Dos equipazos que dan esplendor a Milán.
Salta un chico negro al
campo, que bien podría ser el padre de un miembro de los de su
equipo de la base, y la gente comienza a emular sonidos guturales
imitando a monos entre insultos. Bueno, “exaltados hay en todos los
sitios, cariño, no hagas caso” le dice el padre suponiendo que no
se une a los gritos racistas. Pero entonces una lluvia de plátanos
invade el campo. “Está mal, pero es que nos traicionó hace años, cariño”
tratarán de hacerle comprender. Pero la criatura, que no es tonta,
se pregunta como han metido todos esos plátanos en las gradas sin que se
note y sin que sospechen: “¡algunos son hasta plátanos hinchables
gigantes!”
Cuando llegan a casa
deciden poner algún canal español, pues al ser el clásico de
Italia la escena la han recogido todas las televisiones. Allí hay un
programa donde muchas personas hablan en voz alta mientras pasan unos
vídeos: puede ver a un señor mayor metiéndole el dedo en el ojo a
otro señor, a un portugués muy guapo haciendo unas declaraciones
muy feas contrarias a lo que su entrenador le dice en las charlas los
sábados, a toda una afición diciéndole improperios cada vez que
toca un balón, unos cuantos escupitajos, empujones y tortas de
varios futbolistas y a un chico sin pelo dando patadas como si fuera
wrestling en lugar de fútbol. Los contertulios siguen enzarzados en
discusiones absurdas que distan mucho de reprender la actitud de
todos ellos en su conjunto, y cuando lo hacen únicamente es para
acordarse de los niños, usando la demagogia, para poner un “pero”
al final de su frase y acabar usando un argumento lleno de engaños y
eufemismos que justifique a unos y vilipendie a otros.
Rápidamente uno de los
padres decide apagar la tele, “¿qué dices que iba a aprender?”
le contestará uno de los dos al otro.
“Mamá, ya no quiero
ser futbolista”
Con un poco de suerte le
sirve para olvidarse del fútbol y dedicarse a la política y mejorar
la situación de su país, y le han hecho un favor. Pero lo más
seguro es que por culpa de los medios de comunicación y de la
actitud de cada uno de los que componemos el deporte (desde
jugadores, técnicos y presidentes hasta periodistas y aficionados)
le hayamos influido deportiva y personalmente. Si este es el deporte
rey, ¡viva la república deportiva!
PD. El “¿nadie va a
pensar en los niños?” es un tema muy manido y sensacionalista, ya
sabemos todos que los niños repiten los patrones que ven, es
posible, pero hace falta mucha autocrítica y un gran lavado de cara
a un deporte que ha perdido el norte contando billetes y abriendo
guerras (incluso políticas) desde los medios. El fútbol de primer nivel ha perdido su
“valor deporte” y lo peor es que está contagiando a las
categorías inferiores por culpa del gran foco que se le otorga. No
todo vale los domingos y los espectadores somos los primeros que
debemos recordarlo, que el fútbol no nos devuelva al Homo Erectus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario