jueves, 28 de febrero de 2013

¿Éste es el deporte rey?


“Mamá, quiero ser futbolista”, ¿cuantas veces se oye esto en las familias de todo el mundo?. Y claro, orgullosos y esperando que su retoño sea el nuevo Bobby Charlton o la nueva Marta (para no herir sensibilidades de ningún seguidor de equipos españoles) lo inscriben en un equipo. “El fútbol le enseñará compañerismo, a respetar a los demás y a levantarse cuando se caiga” dice uno de los cónyuges si el otro discrepa de la idea de apuntarle a darle 'pataditas al balón'. Cosa que realmente, entre otras cosas, se aprende en cualquier otro deporte.

Entre semana entrena y los sábados juega, allí el niño o la niña podrá aprender que no siempre se puede vencer, aprenderá el valor de la derrota y del esfuerzo, a saber perder y a saber ganar, incluso si ha jugado en categorías mixtas a no discriminar por razón de sexo... infinidad de cosas.

Y los domingos sus progenitores le llevan a ver a “los grandes”. No le llevan a ver el partido que arbitra el hermano porque igual un tío -tal vez un jugador que también es policía nacional que le saca diez años- le apaliza y no es algo que quieran que vea.

Entran al estadio y la criatura, emocionada, mira hacia todos los lados. Está a rebosar, pues es el día de la ciudad, ambos equipos se enfrentar en un bonito y apasionante duelo. Dos equipazos que dan esplendor a Milán.

Salta un chico negro al campo, que bien podría ser el padre de un miembro de los de su equipo de la base, y la gente comienza a emular sonidos guturales imitando a monos entre insultos. Bueno, “exaltados hay en todos los sitios, cariño, no hagas caso” le dice el padre suponiendo que no se une a los gritos racistas. Pero entonces una lluvia de plátanos invade el campo. “Está mal, pero es que nos traicionó hace años, cariño” tratarán de hacerle comprender. Pero la criatura, que no es tonta, se pregunta como han metido todos esos plátanos en las gradas sin que se note y sin que sospechen: “¡algunos son hasta plátanos hinchables gigantes!”

Cuando llegan a casa deciden poner algún canal español, pues al ser el clásico de Italia la escena la han recogido todas las televisiones. Allí hay un programa donde muchas personas hablan en voz alta mientras pasan unos vídeos: puede ver a un señor mayor metiéndole el dedo en el ojo a otro señor, a un portugués muy guapo haciendo unas declaraciones muy feas contrarias a lo que su entrenador le dice en las charlas los sábados, a toda una afición diciéndole improperios cada vez que toca un balón, unos cuantos escupitajos, empujones y tortas de varios futbolistas y a un chico sin pelo dando patadas como si fuera wrestling en lugar de fútbol. Los contertulios siguen enzarzados en discusiones absurdas que distan mucho de reprender la actitud de todos ellos en su conjunto, y cuando lo hacen únicamente es para acordarse de los niños, usando la demagogia, para poner un “pero” al final de su frase y acabar usando un argumento lleno de engaños y eufemismos que justifique a unos y vilipendie a otros.

Rápidamente uno de los padres decide apagar la tele, “¿qué dices que iba a aprender?” le contestará uno de los dos al otro.

“Mamá, ya no quiero ser futbolista”

Con un poco de suerte le sirve para olvidarse del fútbol y dedicarse a la política y mejorar la situación de su país, y le han hecho un favor. Pero lo más seguro es que por culpa de los medios de comunicación y de la actitud de cada uno de los que componemos el deporte (desde jugadores, técnicos y presidentes hasta periodistas y aficionados) le hayamos influido deportiva y personalmente. Si este es el deporte rey, ¡viva la república deportiva!

PD. El “¿nadie va a pensar en los niños?” es un tema muy manido y sensacionalista, ya sabemos todos que los niños repiten los patrones que ven, es posible, pero hace falta mucha autocrítica y un gran lavado de cara a un deporte que ha perdido el norte contando billetes y abriendo guerras (incluso políticas) desde los medios. El fútbol de primer nivel ha perdido su “valor deporte” y lo peor es que está contagiando a las categorías inferiores por culpa del gran foco que se le otorga. No todo vale los domingos y los espectadores somos los primeros que debemos recordarlo, que el fútbol no nos devuelva al Homo Erectus.  

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